A mi manera de vivir.

Hoy me apetecía escribirte un poco antes de dormir, aunque nunca llegues a leer todas estas tonterías, me consuela pensar que en realidad lo sabes, lo sabes todo.


Distinto, sí.
Aún no sabemos si para bien o para mal, pero podemos averiguarlo, si te dejas.
Todavía queda mucho por compartir, mucho por jugar y así con todo... poco que perder.
Con la misma baraja, confío en que vuelvas a sacar la mano adecuada, en el momento adecuado, como haces siempre que ganas contra mi corazón.
Nos sobran los motivos, sólo hace falta alimentar algo esto, quemar las naves, buscar entre lo que nos rodea ese toque nuevo, agridulce.
Y si por cualquier motivo no saliera bien; si se derrumbaran todas las tardes, y ese azul no volviera a ser del todo azul, recuerda todos los errores de los que aprendimos. Recuerda que durante un tiempo medíamos el frío de las manos contra el calor del pecho. Recuerda la lluvia, y este sol de invierno. Recuérdalo.





Vuelvo cada día allí, sé que me esperas.

Arden, arden los muros y los tejados,
arden las sombras de tu pasado, arden en llamas nuestros abrazos.
Arden, arden los mares y los desiertos,
arden la culpa de nuestro deseo y las palabras que llevan veneno.
Porque esto es el incendio, esto es el incendio,

somos un incendio sin control.




PLETÓRICA.

Las Ray-ban no te dejan ver las lágrimas.










Saldría corriendo si supiera que dirección tomar.